sábado, 25 de octubre de 2014

Del diseño a la Felicidad

El diseño no es más que un pretexto para ser feliz.  ( Marco Mora von Rechnitz) 



"La noción de "calidad de vida" es subjetiva y varía en el espacio y en el tiempo, sin embargo, es importante adoptar una postura precisa; considerándola holísticamente es un concepto integrador que comprende todas las facetas de la existencia humana, así podemos partir de que la calidad de vida se considera "no sólo como el nivel de recursos de los que de hecho un individuo dispone para poder controlar y dirigir conscientemente su propia vida, sino también el grado de satisfacción subjetiva de un individuo en un contexto" [Blanco, 1985, :179], interpersonal o físico.


Ese grado de satisfacción con el contexto físico depende, en gran medida, de la intervención humana al modificar un espacio. A este territorio intervenido se le denomina paisaje cultural, es resultado de la confluencia de cuatro tipos de parámetros: físicos, temporales. sociales y personales.


Así, el ser humano modifica su entorno, pero a su vez el entorno ejerce su influencia, positiva o negativa sobre él, de manera individual o colectiva, interviniendo en su percepción del mundo.


Podríamos suponer, que esas modificaciones al entorno, el hombre las realiza de manera consciente, con el objeto de proporcionar o proporcionarse bienestar, salud, recursos, comodidad; en pocas palabras "la felicidad del hombre total, que forma parte de un entorno total": este concepto ha sido parte en los discursos utópicos de todas las fases de la historia de la humanidad.


La Idea "hombre total", se refiere al equilibrio individual interno al que aspira todo ser humano, salud física, mental, emocional y que está estrechamente ligada al entorno total, o sea a los espacios que le rodean y que intervienen idealmente propiciando una armonía total.


Este debería ser el discurso central que se reflejara en la obra de cualquier modificador o creador de espacios, sin embargo no siempre está claro el cómo lograrlo.


La Arquitectura de Paisaje y el Diseño de Espacios Interiores, abordan el problema desde ópticas propias y se antojan como dos disciplinas complementarias que tienen mucho que ofrecer al respecto.


Desde el punto de vista de la Arquitectura de Paisaje se puede considerar al Paisaje como la significación que el ser humano otorga a los espacios abiertos a través de una intervención encaminada a tutelar la percepción, generar sensaciones y emociones que se manifiesten en la valoración estética y social.


El Arquitecto de Paisaje interpreta la forma de vida del hombre, íntima o social, genera armonía entre elementos naturales y culturales; diseña espacios abiertos integrando lo particular del sitio y su contexto, con sensibilidad a la poética del lugar, atendiendo al sentido del tiempo y procesos de integración cultural, buscando generar experiencias significativas de orden estético, funcional y social.


Desde el punto de vista del Diseño de Interiores se puede considerar al Espacio como contenedor de aquellos elementos, físicos y ambientales que permiten no solo la realización de actividades sino que la percepción de ellos funciona como determinante de estados de ánimo y formas de vida, en interacción individual o colectiva.


El Diseñador de Interiores crea espacios al determinar, cada vez, un nuevo orden circundado; busca responder a necesidades individuales y sociales, interpreta, a través de su sensibilidad, valores estéticos, aprovechando y disponiendo de los elementos físicos naturales, artificiales y tecnológicos para generar un equilibrio ambiental, imprimiendo con todo ello un carácter significante y significativo a los espacios y al hombre que los habita.


Todo diseño de espacios debe considerarse integralmente, donde el medio ambiente natural; el terreno, la vegetación y fauna, el clima así como todo lo cultural sea esto construcciones o conductas, forman una totalidad actuante e interactiva, coexistiendo en una relación sinérgica sustentable.


El reto consiste en dar lugar a un entorno verdaderamente polivalente; en uno de sus radicales está el respeto por todo lo natural, en otro la integración de ésa misma naturaleza al entorno humano, el propio espacio ocupado por el hombre, a escala individual o masiva, exige ser armónico, placentero, al tiempo que funcional. Nuestro barrio, visto desde una montaña tiene que ser tan armónico en el paisaje como la contribución decorativa que tiene la montaña vista desde nuestra ventana. Así el espacio abierto será deseable desde el interior tanto como la acogedora estancia desde el exterior, toda habitación es un paisaje que puede extenderse hasta el infinito y un claro del bosque debe poderse convertir en nuestro íntimo espacio protector .


Contemplemos aquí entonces las potencialidades y posibilidades para contribuir en la mejora de calidad de vida como común denominador de los individuos, independiente de su posición económica, social y cultural"

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